Brooklyn, New York
Woman reading ingredients and nutrition information on juice bottle’s etiquette

En Argentina, el 41,1% de las niñas, niños y adolescentes de entre 5 y 17 años tiene sobrepeso u obesidad, según la 2da Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS2). Y en los menores de 5 años la cifra es de 13,6%, de acuerdo con cifras del Ministerio de Salud y Desarrollo Social.

Los números resultan alarmantes. A punto tal, que UNICEF hizo un llamado de atención al advertir que estamos ante los valores más altos de consumo de toda América Latina en el grupo de menores de 5 años. 

Ante esta epidemia de sobrepeso y obesidad, la aplicación de la ley popularmente conocida como “de rotulado” o “de etiquetado” frontal, es de vital importancia. Pero no solo por cómo la presencia de rótulos en envases de alimentos puede desalentar el consumo de alimentos altos en grasas, sino también por cómo esa ley regula también lo que sucede con las bebidas. ¿Por qué? Porque el consumo de bebidas azucaradas constituye una fuente importante de calorías que no aporta otros nutrientes más que azúcar y son muy ingeridas por las infancias. 

ROTULADO PARA SACAR LA CARETA. Argentina tiene uno de los mayores porcentajes de exceso de peso infantil de América Latina, con un 33% de prevalencia (según la ENNyS). Cuando hablamos de obesidad y sobrepeso tendemos a pensar en comida: exceso de harinas, de “snacks” (palitos, papas fritas, etc.), dulces (golosinas, galletitas, etc.) No solemos pensar en bebidas. Y ahí radica un “talón de Aquiles cultural”. Las actuales cifras de obesidad infantiles y adolescentes está íntimamente relacionada con el consumo que esa población tiene de bebidas azucaradas. 

Las niñas, niños y adolescentes de Argentina toman actualmente 127 litros de estas bebidas por año, según la última Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (realizada en 2019). Si pensamos que un vaso de gaseosa “regular” (es decir, no “light”/“cero”) de 600 mililitros contiene 13 cucharadas de azúcar, nos damos cuenta que la incorporación del rotulado en las bebidas es fundamental. Esa herramienta gráfica permite identificar claramente cuáles son altas en azúcar para así poder morigerar o evitar su consumo. 

DISTINTAS, PERO IGUALES. Las bebidas azucaradas no son solo las gaseosas. Se denomina de ese modo a muchas otras, algunas ellas con un potente “marketing” saludable que a veces dificulta ver su nocividad nutricional Bajo el “paraguas” de “bebidas azucaradas” hay también jugos líquidos y en polvo, a los que muchas veces se mira con benevolencia simplemente porque tienen sabor a fruta y un packaging con imágenes frutales (como si se tratara de un exprimido sin conservantes y aditivos de todo tipo). 

También se incluye en ese grupo a aguas saborizadas, que –marketing mediante- lograron imponer en el nombre la palabra “agua” para parecer menos nocivas para la salud. Por su parte, las bebidas deportivas también son azucaradas. En su caso, el “marketing” positivo de las empresas que las producen logró que se incorpore la palabra “deportiva” en la denominación, táctica para que en el imaginario popular estén ligadas a algo positivo como la actividad física y disimuar que están lejos de ser recomendables en términos de valor nutricional.

CONSECUENCIAS A FUTURO. Limitar el consumo de bebidas azucaradas es importante para toda la población, pero es especialmente relevante en niñas y niños porque las preferencias alimentarias se aprenden en la infancia. 

Esto significa que quienes consumieron grandes cantidades de gaseosas (u otras bebidas azucaradas) en la infancia, muy probablemente tengan tendencia a seguir consumiéndolas en la adultez. Los hábitos de alimentación que se incorporan tempranamente en la vida son difíciles de cambiar. Además, la población pediátrica con sobrepeso y obesidad tiene mayores chances de ser obesos en la adultez.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Back To Top