Brooklyn, New York
Woman writing in her notepad in aisle at supermarket

El rotulado frontal de alimentos (también conocido como “etiquetado”) que en Argentina se aprobó en 2022, tiene como sólido y exitoso antecedente regional al caso chileno. La ley de rotulado que se logró imponer en productos alimenticios en Chile el año 2016 (mediante la Ley N°20.606) fue una medida que marcó un antes y un después en el modo de consumir alimentos porque “mejoró la calidad de la oferta de alimentos” de dicho país. 

Esa inequívoca y rotunda valoración positiva hacia esa política de salud pública se desprende de diversos documentos desarrollados por entidades públicas abocadas a la nutrición. Una de ellas es la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Otra es el Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Chile (INTA). Ambos organismos señalaron en 2021 que la Ley de Etiquetado chilena tuvo como principal logro bajar el contenido de azúcar y de sodio. Por eso concluyeron que el rotulado demostró ser una política pública sólida para prevenir el sobrepeso y la obesidad, así como otras enfermedades asociadas.

CÓMO SE LOGRÓ

La ley aprobada en Chile 2016 estableció que se introduzcan octógonos negros (advertencias sanitarias) con leyendas de “alto en azúcares”, “alto en sodio”, “alto en energía” y “alto en grasas saturadas” en los paquetes de alimentos. Pero también logró que los

productos con sellos no pudieran venderse en escuelas ni publicitarse en medios de comunicación masivos (al menos en los horarios de mayor consumo infantil). 

La ley logró así su cometido: desalentar la compra de esos productos. Pero es importante reparar en que ese objetivo no se alcanzó solamente con la introducción de los sellos. Porque es cierto que los consumidores modificaron sus hábitos de consumo a partir de ver los rótulos. Pero también es cierto que el otro gran mérito fue haber logrado modificar el comportamiento de la industria. 

Efectivamente, por la ley de rotulado el empresariado de alimentos tuvo que reformular sus productos. Esto significa que tuvieron que cambiar la receta de aquellos que tenían muchos sellos. Y es justamente allí donde radica gran parte del éxito de la ley de rotulado chilena que luego se trasladó Argentina (con variantes, pero muy similares “en espíritu”). 

¿BONDAD O NEGOCIO?

El empresariado chileno reformuló sus productos, ¿pensando en la salud de la población? Algunos sectores opinan que sí, y otros que no, pues los fabricantes siempre supieron que ciertas recetas no eran muy saludables que digamos. 

La reformulación puede entonces pensarse como el resultado de una presión que empezaron a sentir los consumidores (quienes dejaron de comprar productos con muchos sellos), pero que presionó aún más a la industria. Rápida de reflejos, la industria alimentaria entendió enseguida que si no quería perder ventas, debía disminuir la cantidad de sellos en los envases y fue entonces que accedió a reformular sus recetas.

CHILE: POR QUÉ FUE UN PAÍS PRECURSOR

Estudios “post-implementación” de la ley determinaron que la reformulación de alimentos en Chile hizo caer significativamente la cantidad de productos “altos en azúcares”. Especialmente en bebidas para bebés, leches y bebidas lácteas en general, cereales de desayuno, productos untables dulces (como mermeladas) helados y postres. 

La proporción de alimentos disponibles en las góndolas con el sello “altos en sodio” también cayó notoriamente gracias a la reformulación. Especialmente en las categorías untables salados, quesos y lo que en Chile se denomina “cecinas” (productos cocidos o crudos que se hacen en base a materias primas de origen porcino o bovino y que se someten a procesos como ahumado, curación y salado) En tanto, la proporción de “alto en calorías” disminuyó de modo significativo en untables salados y cereales de desayuno. 

En definitiva, casi todas las categorías, los productos reformulados disminuyeron significativamente al menos uno de los nutrientes críticos.

DEL LOBBY AL MARKETING SALUDABLE

Mientras en un inicio las empresas hicieron todo lo posible para impedir y/o dilatar la implementación de la ley de rotulado, una vez que la ley se aplicó, se “pasaron a la vereda de enfrente”. Empezaron a usar los rótulos como “valor positivo” para sus marcas. 

Mientras en 2016 no hubo publicidades que usaran los sellos como estrategia, al año siguiente casi un 20 por ciento de publicidades ya los incorporaban. Es más, muchas marcas empezaron a hacer publicidad de los productos que no tenían ningún sello, siendo el segmento infantil el que verificó la mayor cantidad de estrategias en este sentido. Está claro que el actual rotulado frontal argentino le debe mucho al chileno y que la “colaboración” de la industria se logró a través de una política pública firme. 

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